Estoy sentada delante de mi ordenador, voy a empezar la partida, espero que tú también la empieces a la vez que yo, sino la cosa no tiene gracia. Yo elijo las blancas, creo tener derecho, ya que el relato es mío.
Me rodeo de mis peones, no hay que menospreciarlos. Tanteo la jugada y cabalgo rápido para ponerte en alerta. Tú te quedas pensando mientras yo me adentro en tus pensamientos y adivino la pieza que vas a mover. Tienes la partida perdida desde mi primer movimiento, pero te dejaré creer que puedes llegar a mí.
Así va pasando el tiempo, los peones van haciendo su función, las torres nos vigilan mientras los alfiles se deslizan arriba abajo sutilmente para despistarnos, pero la reina está al quite de todo y no le saca ojo al rey, es muy conservadora con los suyos y con los demás.
La partida está emocionante, ya quedan pocas piezas en pié, es hora de fijar posiciones y dejarse de romances, ya que habrá tiempo para todo.
El tablero está despejado, van sucumbiendo blancas y negras. Sólo quedamos unos pocos, el tiempo apremia, la partida está a su fin, pero no la voy a acabar hoy, dejaremos que pase el tiempo y aquello que parece aniquilado, quizás se resuelva de la manera más irracional.
febrero 26, 2017 en 8:11 pm |
Nunca, nunca en mis años pude aprender ajedrez.
Quizàs el mayor mèrito de tu historia se contar de lo complicado a lo simple y que lo entienda y lo disfrute.
Se que leyendote no voy a aprender ni un movimiento siquiera, pero se tambièn que la razòn nos camina por adentro y de puntillas y que tarde o temprano despertarà y sera caos o una apacible mañana de domingo
febrero 27, 2017 en 9:54 am |
El ajedrez es parecido a la vida. Caminar, luchar, proteger y ganar o perder.
marzo 1, 2017 en 8:13 pm |
Buena idea Rosa…el tiempo filtra y modula mucho los asuntos,saludos
marzo 7, 2017 en 4:54 pm |
Siempre me ha gustado jugar al ajedrez, allí todos somos iguales.