Hace dos días que es primavera, hoy ha salido un sol radiante, un perfecto día para disfrutar de la naturaleza, después de desayunar me iré a pasear por la playa, es una ventaja tenerla tan cerca y poder ir andando.
He tomado como siempre café con leche y tostadas con aceite de oliva, ya estoy lista para salir, pero antes miraré los e-mail, pero sólo será un momento.
Conecto el ordenador y voy a mirar los correos, tengo treinta y nueve, más o menos como cada día, esto es agotador, voy a echar un vistazo a los más importantes.
Hay quince de Facebook, doce de un foro, siete de una amiga desconocida que me manda todo lo que le parece y cinco de mi blog personal.
Tengo curiosidad por los enviados a mi blog, echaré un vistazo rápido, no quiero demorar mi paseo, desde la ventana puedo observar un cielo más azul que nunca, tuve una buena idea de colocar mi ordenador frente a esta ventana que me comunica con el mundo real, desde ella puedo ver la gente pasear.
Como todavía es pronto, voy a entrar a Facebook, para responder a unos mensajes de unas amigas, pero acabaré enseguida. Una vez dentro veo que Mónica está conectada, no puedo resistir la tentación y chateo con ella. Sin darme cuenta se me ha pasado el tiempo volando, miro por la ventana y las nubes han tapado al sol, cosas de la primavera, pero ya estoy acabando.
Cuando voy a desconectar, recibo otro correo de un desconocido, eso me llama la atención y me dirijo a la bandeja de entrada. No lo conozco, pero él a mi si, seguro que en algún correo compartido ha sacado mi dirección, eso pasa por no enviarlos con copia oculta, estamos en miles de ordenadores sin darnos cuenta, y nunca se sabe quién hay detrás de la pantalla.
Cuando me conecto siempre pongo desconectado, para que no me agobien demasiado, pero mis amigos saben que puedo estar conectada y dan conmigo, soy demasiado blanda, ahora mismo me reclama otra amiga desde la otra parte del mundo y me sabe mal no atenderla. Me tiene más de veinte minutos chateando, me cuenta sus problemas, en realidad todos me cuentas sus cosas, en cambio yo no suelo contar las mías, será porque no me da tiempo.
Vuelvo a mirar por la ventana y empieza a llover, se me fastidió el paseo. Miro el reloj y han pasado tres horas desde que me conecté, se me ha pasado el tiempo volando, eso ya lo dije antes, pero no puedo perder más tiempo en rectificar.
Me siento frustrada, he vuelto a caer en la red, ahora se muy bien porque se llama así, he perdido tres horas de disfrutar al aire libre y me he sometido voluntariamente a este encierro virtual, lo único que me consuela un poco, es que no soy la única, en estos momentos hay millones de personas haciendo lo mismo, pero eso no es una excusa y espero poder compensarlo mañana con mi merecido paseo, lo que tengo muy claro es que pasaré del ordenador por las mañanas, creo que podré cumplir lo que digo, tan poco es tan difícil, o eso creo, no quiero adelantar nada, mañana se verá.
Me desconecto de la red y me quedo mirando por la ventana, añorando mi paseo por la arena de mi playa de Malgrat de Mar.